Para que la planificación
sea efectiva, es preciso tener en consideración los siguientes principios:
Factibilidad: Lo
que se planee debe ser realizable y se debe adaptar a la realidad; es
inoperante elaborar planes demasiado ambiciosos u optimistas que sean
imposibles de lograrse.
Objetividad y cuantificación:
Cuando se planea es necesario basarse en datos reales, razonamientos precisos y
exactos, y nunca en opiniones subjetivas, especulaciones o cálculos
arbitrarios. Este principio establece la necesidad de utilizar datos objetivos
como estadísticas, estudios de mercado, estudios de factibilidad, cálculos
probabilistas, etc.
Flexibilidad: La
inflexibilidad de los planes atenta con su efectividad, ya que si el plan es
estático y no se adapta a los cambios, la planificación se rigidiza, pierde
validez y se hace inoperante.
Del cambio de estrategias:
Cuando un plan se extiende con relación al tiempo, será necesario rehacerlo
completamente. Esto no quiere decir que se abandonen los propósitos, sino que
la empresa tendrá que modificar los cursos de acción (estrategias) y
consecuentemente las políticas, programas, procedimientos y presupuestos.
Compromiso: Los planes deben ser
motivadores para lograr el compromiso de todos los que intervienen en el
proceso y así favorecer su cumplimiento.
Contribución: Los
planes deben estar debidamente integrados y encaminados hacia un propósito
central. La planificación falla por sus propios errores, por un exceso
Ver la necesidad de un plan:
Aunque obvio, el primer paso obligado es el darse cuenta o convencerse de la
necesidad de un plan, es decir, hacer algo con antelación y que hay que actuar
para lograr algún objetivo.
Considera los problemas que se podrían plantear si no se hace nada, calcular los riesgos, estudiar las limitaciones (humanas, financieras, de capacidad, materiales, etc.) y los posibles beneficios, así como evaluar los diversos planes posibles y el modo de realizarlos antes de tomar alguna decisión.
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